miércoles, 3 de marzo de 2010

VENECIA: LA COOPERATIVA


26 de Febrero de 2010.

Venecia pertenece al departamento de Estelí, en la región de Las Segovias. Es una comunidad de unos 600 habitantes, 200 de ellos son niños. Es un lugar muy pobre, extremadamente pobre. Me sorprendo cuando, días después, nos dicen que no es de las zonas más desfavorecidas. ¿Hasta dónde puede llegar la necesidad del ser humano? ¿Hasta qué punto “nuestro mundo desarrollado” no se da cuenta del papel que juega en la pobreza de esta gente?

Venecia ha sido la experiencia vital más dura que he tenido hasta ahora en Nicaragua. Dedicamos un día entero a compartir experiencias con sus gentes. Es increíble la hospitalidad, la generosidad y la humildad con la que viven. Te abren las puertas de su casa y te muestran su vida, con palabras tímidas, pero con el orgullo de luchar por sus derechos y por lo que realmente les pertenece.

Asombra ver sus casas: una estancia aislada, que hace sus veces de cocina, con un horno de piedra y unos baldes para fregar los platos. En una estancia cercana, un pequeño hall, la mayoría con unas cuantas sillas y un par de habitaciones donde comparte colchón toda la familia. La mayoría de ellas están formadas por unos seis miembros. ¿Y nosotros nos quejamos de compartir habitación con nuestro hermano?

Le pregunto a una mujer cuánto dinero puede tener para gastar un nicaragüense al día. ¿Sabéis lo que contesta? Que no tienen un salario fijo y que se conforman con tener un puñado de frijoles para comer.

Pero, esta situación de pobreza y desesperación (percibida por mí evidentemente), me muestra otra cara de la realidad. Una cara que está cargada de valores, que nosotros, los países desarrollados hemos olvidado por completo. Esta comunidad se conformó como cooperativa en 1998. El fin de esta cooperativa no es únicamente productiva, puesto que se dedican generalmente a la producción de café, sino que tiene un objetivo integral. Es decir, la cooperativa aquí representa a un conjunto de personas organizadas para buscar una solución a sus problemas dentro de la comunidad como fuera de ella. Buscan proyectos para favorecer el desarrollo de sus habitantes.

Esto me enseña una cosa, que he podido observar en el resto de zonas que hemos visitado. Existe en Nicaragua una cultura importante de participación, colaboración y unión del pueblo para luchar por sus derechos. Es increíble y admirable.

Sigo entablando conversación con sus habitantes y me sorprende, en el ámbito de la educación, las dificultades que tienen los niños. Muchos de ellos no van a la escuela porque les supone andar varios kilómetros. Además, muchos padres no tienen conciencia de la necesidad de la educación, puesto que ven a los niños como mano de obra. Sin embargo, uno de los objetivos básicos del Gobierno Sandinista es garantizar la alfabetización de toda la población y esto se realiza en muchos casos de forma voluntaria por jóvenes de la comunidad.

Me intereso por los juegos de la infancia. Realmente me cuesta imaginar que estos niños tengan una infancia parecida a la nuestra. Pero me equivoco. Hablando con un grupo de jóvenes, me muestran que los mismos juegos que tenemos al otro lado del charco son los que tienen aquí, con distintos nombres, con algunas variaciones, aunque su juego favorito es el beisball (se siente la influencia de su país vecino del norte).

En un momento de soledad e interiorización medito sobre esta vida. Y me dio cuenta de que la vida es el espacio que transcurre desde el inicio hasta el final de la luz. La vida es bella, pero a veces es tan dura que duele: “la vida como un puñal hay veces que duele”. Porque no es sólo el atardecer en el lugar más emblemático del mundo, ni la belleza de la más inmensa obra. La vida es también la lucha por la supervivencia, el calor del que lo da todo aún no teniendo nada, la mirada que sin palabras muestra lo más profundo del alma, la humildad, la sencillez del pobre en dinero pero rico en solidaridad, el que comparte su plato diario y lo ofrece como su mejor manjar, el compromiso por construir un mundo mejor. Porque nosotros, que nos sentimos orgullosos de tenerlo todo, en el fondo no tenemos nada...

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