martes, 16 de marzo de 2010

SAN JUAN DEL SUR, EL BENIDORM NICARAGÜENSE- OSTIONAL




13 de Marzo de 2010.

Mañana temprano. Salimos del centro rumbo a San Juan del Sur. Es un camino un tanto largo. Llegamos casi a las 13:00 am. Tengo hambre. San Juan me deja un tanto impresionada: es un lugar turísticamente explotado, el reflejo de lo que puede hacer la mano del hombre en un lugar costero de Nicaragua. En San Juan apenas viven nicaragüenses, la mayoría son extranjeros. Es la primera vez que veo pisos, pedazos de chalets en las zonas altas con vistas al mar, multitud de barcos cerca de la playa.

Realmente, no me gusta. Porque parece que la Nicaragua que he conocido hasta ahora ha perdido su esencia. No significa que no necesite un impulso para mejorar su desarrollo, pero esto no. La playa está sucia y el desarrollo no tiene que significar no respetar.

Comemos aquí. Me apetece un arroz a la marinera. Está rico. Mami me llama, tengo perdida la noción del tiempo. La echo de menos, echo de menos a todos. Pero ya queda poco.

Después voy a pasear con Solete por la orilla, no me apetece bañarme. Encontramos un pez globo. Es graciosísimo con sus ojos saltones y su boca como pico de gallina. Algunos ponen caras raras y de asco al vernos aparecer. Sinceramente, lo que piensen los demás es algo que a estas alturas de viaje ya no me preocupa.

Terminamos y seguimos avanzando más al sur, hasta “El Ostional”, una comunidad muy bien organizada y desarrollada que no tiene nada que envidiar a San Juan. Nos recibe Eliet, la guía comunitaria. Durante estos días vamos a convivir con familias.

Nos recibe un grupo de niñas demostrando su arte con bailes tradicionales. Mientras tanto pruebo un nuevo plato, un refrigerio que se llama “enchilada”, una especie de empanadilla rellena de pollo y verduras y un fresco con sabor a canela. Me acuerdo de casa.

Después se hace el reparto de familias. Solete y yo elegimos a Glenda, una mujer estupenda que cuida de sus hijas y de sus sobrinas, porque su hermana trabaja fuera. Su marido es buzo. Tiene tres hijos, dos de ellos más mayores estudian en la Universidad. La más pequeña es una de las niñas que nos ha recibido con un baile típico. Pero, sin duda alguna, la que más me sorprende es su sobrinita de cuatro meses, Anelis, una pequeña ranita vivaracha, con unos ojos negros increíbles que empieza a reír nada más verme. Creo que confunde el color de mi piel con el suyo jejeje. Me la llevaba en una maleta (y también a Ale, el primo de Eliet).

Nos dirigimos a su casa. Cruzamos una verja y vemos una casita de planta baja, no muy grande. Tres perros son los guardianes, menos mal que perdí la fobia el año pasado, sino muero en este viaje de un ataque de pánico. Me quedo sorprendida, pasamos la casa de Glenda y por la parte de atrás, aparece una cabaña de madera con un jardín delantero y una barandilla de madera y conchas en el suelo. Tiene cuatro habitaciones. Al entrar me dan ganas de llorar. Un ventilador y un baño en la habitación. Es impresionante. Pero esta comunidad está bien organizada y tiene diferentes cooperativas: de artesanía, de turismo comunitario, de pesca,...

Vamos a cenar a un comedor de los que forman parte de la cooperativa, cada día comemos o cenamos en uno diferente.

Mañana va a ser un día largo de trabajo, aún no sé qué voy a hacer pero necesito aprovechar el tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario