miércoles, 3 de noviembre de 2010

¿Qué hago ahora conmigo? (Segunda parte)

Hace nueve meses esta pregunta rondaba mi cabeza. Mi proyecto era una indecisión: ni me gustaba, ni me atraía, ni me hacía chispitas... Pero por fín, hoy, he entregado ese primer borrador de lo que será mi libro "Nicaragua, Nicaragüita". Me siento como una madre primeriza, emocionada y con muchas ganas de verlo publicado, aunque por el momento tenga que esperar un poquito.

Antes no lo tenía claro, pero después de nueve meses y mucho, mucho trabajo y dolores de cabeza, he terminado (aunque le queden los últimos remates, que nunca serán suficientes porque soy la más exigente). Sólo puedo decir que me encanta. Y no porque yo lo haya escrito, sino porque me encoge el alma, me forma un nudo en la garganta, me corta la respiración y a veces incluso me hace llorar como hacía en Nicaragua. Recuerdos, vivencias, personas, sensaciones,... en fin... mi experiencia.

Conclusión: ha merecido la pena.

martes, 31 de agosto de 2010

Pensando de nuevo en Nicaragua...

En el último post decía que iba a dejar este espacio abierto para seguir hablando cuando llegara el momento. Decía también que esperaba que la próxima entrada fuera desde el otro lado del charco. Y aunque no ha sido así, tengo la mirada puesta más allá, donde estuve a principios de este año y donde espero volver al próximo...

He tenido la gran suerte de ser admitida en el Curso de Especialista en Cooperación. Y digo la gran suerte porque este año parece que las cosas empiezan a salir algo bien... Ya era hora. Y digo la gran suerte porque creo que al fin he encontrado el lugar que no encontraba: mi sitio. Gracias. Gracias. Gracias.

Dice Coelho que, "cuando alguien desea algo con todas sus fuerzas el Universo entero conspira para hacerlo realidad". Y lo creo. Y espero que este maravilloso Universo siga ofreciéndome la oportunidad de vivir de nuevo la experiencia de Nicaragua, o la experiencia en cualquier otra parte del mundo. Sea donde sea, que me ofrezca de nuevo la oportunidad de aprender a valorar lo realmente importante, de luchar por lo que creo, de trabajar en lo que quiero, de vivir mi vida como quiero vivirla.

Gracias.

sábado, 24 de abril de 2010

Con el paso del tiempo

Hace un mes que regresé de Nicaragua. Atrás quedaron los días de sol, de playa, las tortugas, la selva, los bichos que nos acompañaban en los rincones de la habitación... Y lo echo de menos, todo, incluso los bichos. Ahora, de nuevo inmersa en mi vida cotidiana sigo con la mente y una parte de mi corazón repartido en diferentes lugares, en los ojos de muchas personas que conocí y que me enseñaron no sólo algo sobre mí misma, sino también sobre la vida, me enseñaron a vivir con menos, a valorar más las cosas buenas, me enseñaron el egoísmo que reina en este mundo nuestro... Echo de menos a Anelís, la pequeñina, sus deditos agarrando mis dedazos jejeje, su carita, sus brazos rechonchitos, su risa...

Ojalá todo el mundo tuviera la oportunidad de hacer esto alguna vez en su vida...

Los padres de Berta, mi compañera de trabajo, han estado en Cuba. Vienen encantados, igual que yo, compartiendo lo que sólo nosotros hemos vivido y por lo que nos sentimos afortunados. Hablamos de la humildad de la gente, del compartir, del disfrutar, del vivir...

Y hoy, la vida me ha regalado dos encuentros maravillosos, uno de aquí, de mi tierra querida, otro de Galicia. El objetivo que me planteé cuando empecé a escribir este blog ha surtido efecto. De alguna manera he conseguido transmitir lo que he vivido y sentido a la gente que me quiere y que ha estado siguiendo mis letras en la distancia.

Así que voy a seguir escribiendo. Cuando tenga algo que contar, éste será el lugar más idóneo para hacerlo. Sólo espero que la próxima vez que lo haga esté lejos de aquí, en Nicaragua o en cualquier otro lugar del mundo pero ... que sea Cruzando el Charco.

Besitos y gracias por todo!

domingo, 4 de abril de 2010

Nostalgia...


Echo de menos el sol, clavando sus rayos ardientes sobre mis "retostados" hombros. Echo de menos las risas felices de los niños, sus miradas inocentes que dicen más que las palabras. Echo de menos los rostros curtidos y sembrados de surcos de arrugas que hablan, de la forma más humilde, de la dureza de sus propias vidas. Echo de menos las manos vacías y a la vez tan llenas. Echo de menos todo lo que aquí me falta... Echo de menos...

miércoles, 24 de marzo de 2010

Con la mirada en el otro lado del charco

Tres días. Sólo llevo aquí tres días y parece que han pasado meses. Vuelvo a casa y me encuentro con un mundo diferente, mi mundo. Parece que ha cambiado pero sigue siendo el mismo. Lo único que ha cambiado ha sido mi forma de ver la vida. He necesitado comer cada día lo mismo para ver lo innecesario que es tener la nevera llena de cosas ricas y los armarios repletos de dulce y caprichos. He necesitado vivir con una gran familia para darme cuenta de lo duro que es ser mayor antes de tiempo, de tener responsabilidades desde los ocho o nueve años. He aprendido que el dinero es importante, pero con poco o casi nada también se vive. He aprendido lo mucho que se valora una simple pulsera de hilo cuando la regalas a alguien con quien convives tres días. Tres días.

Me he dado cuenta de lo triste que es tener todo, todo a nivel material y carecer de lo más básico y esencial: los valores. Me he enfadado conmigo misma, me he sentido egoísta, culpable, ridícula, cada vez que me quejo por algo superfluo... Me he sentido estúpida haciendo planes a medio-largo plazo cuando al otro lado del charco sólo importa el día a día.


Y he reído, he llorado, he añorado, he soñado con volver al lugar que me ha roto los esquemas, que ha sacudido mi cabeza y mi alma con una realidad más dura de la que estoy acostumbrada a ver. Y he envididado ese espíritu de lucha, esas ganas de salir adelante con esfuerzo y trabajo conjunto, ese compromiso, esa solidaridad y la mirada esperanzada de quienes han quedado allá, en el país de los volcanes y la gente humilde.

miércoles, 17 de marzo de 2010

TERMINANDO EL TRABAJO

17 de Marzo de 2010

Toda la mañana de trabajo presentando los proyectos del grupo. Ha sido duro, un trabajo contra reloj, porque hemos estado prácticamente siete días fuera de casa sin poder trabajar. Ayer me acosté a las dos de la madrugada preparándolo. Hemos comido en una hora, como los pavos, para asistir !a las tres de la tarde! A una ponencia en Managua, en la AECID. El coordinador, un cacereño que lleva media vida dando vueltas por el mundo y haciendo proyectos. La ponencia informal, como en casa, pero sin café (cosa que echo de menos y que sí hacen los nicaragüenses).

Después volvemos a casa. Esta noche toca cena española. Y debería estar en el ranchón disfrutando de los últimos minutos, pero he tenido que hacer la maleta porque mañana salimos a hacer las últimas compras y tras un largo día de pateo, fiesta y demás, partiremos de madrugada hacia San José de Costa Rica. Esto toca a su fin, parece mentira después de tanto tiempo, corto pero intenso. A veces me da la sensación de haber pasado aquí meses... pero esto ya lo contaré cuando tenga tiempo de reflexionar. Ahora si me permitís, me voy a tomar un merecido Flor de Caña.

Besos desde el otro lado del charco.

La casi “nica”.

DEDICADO A ANELÍS




16 de Marzo de 2010

El viaje toca a su fin. Después de trabajar toda la mañana, vamos a comer un arroz cantonés y ceviche. Tengo que despedirme de mi familia de estos días. La pequeña Anelís está despierta. Tras dar un “piojo” de regalo a Rosa y Dariana y una pulserita a Yamara, me lanzo directa a ver a la chiquita.

Aquellos que me conocen saben de sobra que mi instinto maternal es inexistente y que, a estas alturas de mi vida y llegando al momento en el que el arroz pasa de estar en su punto a quedarse seco, no tengo ni tiempo ni ganas de ser mamá (porque lo de no tener pareja no supone ninguna limitación).

Pero aquella niña me sacudió algo: no el instinto de ser mami, pero sí un sentimiento de ternura que no sentía desde que mi coquito vino a este mundo. Aquella niña de ojos oscuros y vivos que me miraba dedicándome una sonrisa. Aquella niña que me tiraba del pelo o agarraba mi dedo con su pequeña manita, que se llevaba los deditos a la boca a falta de chupete para dormir. Aquella niña me regaló los momentos más especiales y emotivos de mi estancia en este lado del charco. Y ha habido muchos especiales, pero ninguno cargado de tanto amor y tanta dulzura como este. Y Glenda, mi “mamá nica”, sabía por su mirada cómplice lo que estaba sintiendo en aquellos momentos.

Dedicado a Anelís.