martes, 16 de marzo de 2010

EL ASCENSO AL VOLCÁN MADERAS




10 de Marzo de 2010

He dormido bien, como siempre desde que llegué. Estoy tan reventada que es acostarme y planchar la oreja. Es inevitable. Desayunamos fuerte y nos preparan un par de sandwiches (me muero del hambre, mami estoy jalamía a todas horas!!). Vamos a hacer la ruta del Volcán Maderas, un Volcán inactivo que por lo visto merece la pena conocer.

Comenzamos la subida a buen ritmo. El guía ni suda el jodío. Yo estoy como si mehubiera echado aceite en el cuerpo, no me queda ni un solo poro libre de agua. El primer tramo es complicado, bastante empinado. El suelo lleno de raíces, se agradece porque muchas veces es el apoyo para subir. El relieve se conforma a base de escalones de tierra y raíz. No hablo. Sólo miro hacia el suelo para evitar romperme los dientes al menor despiste (me costó muchos años y mucho dinero tener la dentadura profiden que tengo jejejej). Llegamos al primer mirador: desde ahí, entre la maleza, se puede observar el Lago Cocibolca.

Esperamos al grupo y continuamos el ascenso, esta vez menos costoso. Disfruto del paisaje. De vez en cuando aprovecho un momento para sacar una foto y tener un recuerdo palpable de este sitio magnífico. Veo monos, con la cola enredada en las ramas de los árboles se esconden ante nuestras voces. Segunda parada, segundo mirador.

Queda el último tramo, tan empinado como el primero y con un aliciente extra: barro hasta los ojos. Aquí el cuidado es extremo. Un paso en falso y puedo parecer una croquetilla de chocolate, sin contar con el golpe que puedo recibir. Llegamos a la cima. Decepción. Un circulito de tierra, arbolillos alrededor y alguna que otra bandera de un conquistador de alturas. Pero no acaba la aventura. El último tramo es de bajada. Embarrado. Demasiado pedregoso.

Al final del camino, un lago rodeado de árboles. Y ese lago no puede ser otra cosa que el cráter del volcán. La imagen es impresionante. Aprovechamos para comer y descansar un poco antes de volver a descender. Me encanta. Necesitaba estirar las piernas y todos los músculos del cuerpo. Me siento encogida después de tantos días de autobús y de ponencias. Tengo los huesos como una abuelina.

Nada más llegar me pido un plato especial y un litro de Toña. Estoy muerta de hambre. Hago unos estiramientos para evitar las temidas agujetas de mañana y después vuelvo a cenar. La noche promete ser tranquila. De repente, acordes de guitarra. El grupo de hippies se ha puesto en acción. Acabamos todos juntos (con los de la tele también, que son unos personajillos). Si pudiera paralizaría el momento. Congelaría esa imagen, esa voz de la chica del violín que cantaba bossanova. Si pudiera no volvería...

No hay comentarios:

Publicar un comentario