miércoles, 17 de marzo de 2010

DÍA DE TRABAJO EN EL OSTIONAL





15 de Marzo d
e 2010

A las 8:00 estamos desayunando. Hoy pruebo los “Huevos Ranchera”, que son los huevos especiales que hago yo en mi casa, mitad huevo, mitad tortilla porque no me gusta la yema si no es cuajada. Estos llevan encima un pisto de tomate, cebolla y pimiento. Todo esto acompañado de gallopinto, queso y un fresco de mango que está riquísimo.

El grupo trabaja: algunos en el centro de operaciones, otros visitando el centro de salud, la escuela,... Yo decido irme a casa, no puedo trabajar en un lugar donde todos hablan. Tengo que concentrarme. Tengo la oportunidad de hablar con mi “mamá” de aquí, Glenda, y su sobrinita de cuatro años que hoy no ha ido a la escuela porque está un poco mala de la garganta. Anelis duerme. Es un encanto de niña. Anelis es una criaturita de cuatro meses que me tiene camelada. No sé si será por el color de piel pero con Sole llora y en cuanto la cojo me dedica una sonrisa que me llega al alma. Con sus ojillos negros vivarachos y sus pequeñas manitas rozando mi cara empiezo a darle vueltas a la idea de llevármela en la maleta. Es una niña que apenas llora (sólo si la coje Sole jejeje). Y además, es la primera pequeña a la que le doy un biberón. Ya veis, tengo que venir a Nicaragua para tener mi primera experiencia de mami primeriza. Glenda se ríe cuando Anelis comienza a llorar y ve mi cara de susto. Creo que le pasa algo pero lo único que ocurre es que le he sacado su biberón de la boca. Soy demasiado inexperta en la materia.

Por la tarde tenemos una reunión con las mujeres de la cooperativa de turismo. Glenda tiene problemas porque no puede dejar a Anelis con nadie. Prometo cuidarla durante la reunión. Y tras la primera experiencia de biberón vivo mi primera experiencia de sueño. Y así, en la calle, meciendo a la pequeñina entre mis brazos se queda dormida. Mi cara no puede reflejar más emoción.

Ha sido un día intenso. Cenamos y vamos a la playa. Pero la emoción aún no ha terminado y por fin, vemos esas maravillosas tortugas que ayer se nos escaparon. En la oscuridad, con Eliet y Marvin, nos dirigimos al lugar donde ha desovado. Un señor roba sus huevos (cabrón!) y ella, dolorida tras echar afuera un montón de huevos se dirige lentamente a la playa. La seguimos, indicando con una linterna el camino hacia el agua. Y esperamos a que se vaya, al compás de las olas, adentrando mar adentro.

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